Un grupo de expertos está promoviendo que el contenido figure en la etiqueta de los alimentos, igual que la sal o el colesterol.
Los fosfatos añadidos a la comida están en el punto de mira. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria está estudiando sus posibles efectos sobre la salud, mientras que la comisión de Salud del Parlamento Europeo ha rechazado su autorización como aditivo en la carne de kebab por sus posibles efectos sobre la salud.
Hasta hace poco, se buscaba la presencia del fósforo en los alimentos. Una creencia que conviene desterrar, según las últimas investigaciones. «La gente busca alimentos ricos en fósforo o fosfato, pero esto puede ser perjudicial. Los últimos estudios sugieren que, en realidad, el fósforo podría estar acelerando el envejecimiento. Y los platos preparados lo contienen en exceso, algo especialmente peligroso para las personas mayores de 70 años, que tienen una función renal disminuida y no pueden eliminarlo», y quizá sean los que tienden a tomar más alimentos precocinados, explica Alberto Ortiz Arduan, jefe de Servicio de Nefrología del Instituto de Investigación Sanitaria Fundación Jiménez Díaz y coordinador de la Red de Investigación Renal (Redinren). Sobre este tema el doctor Ortiz impartió un curso en la Univiersidad Autónoma.
El fósforo o fosfato es un componente natural de los alimentos, especialmente los que tienen proteínas. En la dieta occidental tomamos bastantes proteínas, pero este fosfato de los alimentos naturales se absorbe mal por el intestino, y es una ventaja. Al día necesitamos 700 miligramos. Pero en una dieta occidental puede haber hasta 3 gramos, es decir, entre dos y cuatro veces más. Y gran parte de ese fosfato proviene de los aditivos, conservantes y saborizantes. Y en esta forma se absorben con mucha mayor facilidad.